sábado, 7 de marzo de 2015

Capítulo ocho. Singapur.

Entre toda esa gente nos instalamos, no éramos las primeras, pero tampoco las últimas. Llevábamos una pancarta que sabíamos que ellos no verían, no al menos desde esa ventana, y precisamente de eso discutíamos mi amiga y yo a espaldas de mi madre que miraba todo como si estuviera en un mundo a parte.

--No vamos a fiarnos de él-me dijo muy segura-Podría ser peligroso.
--¿Y si no lo es?-contraataqué, haciendo que ella frunciera su ceño aún más-Imagínate que realmente ellos están ahí y les conocemos, y además seremos amigas de un directioner boy que tiene planes increíbles sobre como poder conocerles y verles más veces.
--¿Y si es un secuestrador y venden nuestros órganos en el mercado negro de Singapur?-estaba claro que su madre también la llevaba advirtiendo sobre eso de fiarse y no fiarse de la gente desde hace tiempo.
--Angy por favor-la supliqué-solo vamos, esperamos diez minutos y sin no viene nadie o parece peligroso nos damos media vuelta y ya está.

Eso hizo que ella se lo pensara, con el ceño aún levemente fruncido.

--Hazlo por ellos..-la pedí de nuevo.

Toqué su fibra sensible, ya que suspiró relajando el ceño antes de sonreírme débilmente, pero eso no duró mucho, ya que de nuevo un ceño fruncido estaba en su cara.

--¿Y qué hacemos con tu madre? Ella no se va a mover de nuestro lado.
--No te preocupes-contesté con una gran sonrisa-Se me ocurrirá algo-añadí antes de coger su mano con fuerza de puro nervio.

Recuerdo como conocí a un grupo pequeño de chicas, de las que aún sigo siendo amiga, y con las que recordamos ese día una y otra vez, porque no creo que nunca nadie pudiera olvidar un día como ese.
A día de hoy no hablo tanto con ellas, pero siempre seremos las chicas del 31 de Octubre.
Por otra parte, también descubrí que no había edad para esto de ser directioner, ya que yo pensaba que era algo tipo para chicas de quince o dieciséis años, pero no, ahí estaba, una chica de la que no recuerdo su nombre, pero no creo poder olvidar su aspecto: era como una cabeza más alta que yo, llevaba el pelo planchado a la perfección, ropa de la que tú ves que usa la gente con veinte años, y una cantidad de maquillaje razonable en su cara, que estaba rodando por su mejillas.
Por algún motivo me puse a hablar con ella. La pobre estaba incluso más nerviosa que yo. Lloraba a mares mientras todas veíamos en una pequeña pantalla lo que hacían los chicos en el plató. Me dijo que tenía diecinueve años, que no había podido llegar antes porque estaba en la universidad, y que por favor mirara lo increíblemente perfecto que era Harry (supuse que era su debilidad sin pensarlo mucho más). Esa chica que me sacaba cinco años estaba llorando como nunca antes había visto llorar a una persona con su edad, entonces me di cuenta de que esto no iba a ser cosa de dos años, que no iba a madurar e iba a dejar de quererlos, que no iba a importar la edad que tuviera porque ser directioner no tiene edad.
Acto seguido, ella me pidió que por favor cogiera su mano porque estaba muy nerviosa y no podía ya más con todo esto, lo cual hice sin pensarlo aunque no la conociera y aunque tal vez si me lo hubiera pedido alguien hace unos meses le habría catalogado de raro, pero no, no era raro porque era parte de la familia directioner, y eso es lo que hacemos en esta enorme familia: apoyarnos unos a otros sin conocerlos realmente, solo por el hecho de tener en común, que es el amor hacia unos chicos mucho más que increíbles.
Ella estaba temblando, y yo sonreí, porque también lo estaba haciendo, y eso que éramos completamente distintas, pero estábamos emocionadas y nerviosa por lo mismo.
Entonces lo siguiente que ocurrió muy rápido.
En las pantallas se vio como los chicos salían del plató para venir hacia la dichosa, lejana y pequeña ventana que había frente a nosotros. Todo el mundo enloqueció, chillando, gritando y llorando. Por un momento me quejé mentalmente de alguien que me estaba gritando muy fuerte. Tonta de mí que era yo misma la que gritaba de emoción sin darme cuenta.
Con mi mano libre agarré a Angy con fuerza, mientras que con la otra agarraba a esa chica de la que me pasaré la vida tratando de recordar su nombre, y en cuanto los chicos salieron, juro que fue lo más increíble que había visto hasta el momento.
Ellos estaban ahí, realmente estaban ahí, a metros que parecían kilómetros, pero estaban ahí, aunque los distinguiera malamente entre toda la gente saltando y chillando, realmente... ellos estaban ahí. Frente a mí. Tan increíbles como en las fotos, y ahora sin embargo en el mismo país que yo. En la misma ciudad que yo. En el mismo barrio que yo y... en el mismo kilómetro cuadrado que yo. Y aunque no les estuviera abrazando ni tocando, mucho menos hablando con ellos, se sentía lo más increíble del mundo.
Y eso que aún quedaba lo mejor: poder conocerles en persona.
En cuanto noté que toda la gente se empezaba a mover para ir a la entrada por la que ellos "saldrían", cogí fuertemente de la mano a Angy, y eché a correr aparentemente en esa misma dirección, escuchando a mi madre decir que tuviera cuidado, que la esperara y que no soltara a mi amiga porque sus padres nos matarían.
Mi madre tenía la esperanza de encontrarnos en la parte trasera del edificio, y aunque mi madre aún siguiera siendo joven, corriera posiblemente más rápido que yo y se estuviera dejando guiar por su instinto maternal para no dejarnos solas ni medio segundo, la despistamos. Realmente las despistamos y realmente estábamos en la calle de enfrente viendo correr a toda la gente hacia ese lugar por el que todos pensaban que saldrían, salvo nosotras.
Mire a mi amiga, sintiendo como ambas dos estábamos jadeando y temblando por la adrenalina, y simplemente nos echamos a reír, antes de darnos cuenta de que debíamos ir al lugar acordado con Alberto, ya que dijo que diez minutos después de que ellos salieran por la ventana, por lo que teníamos que darnos prisa.
Caminando lo suficientemente rápido como para llegar a tiempo, pero lo suficientemente lento como para no levantar sospechas y que todos nos siguieran, hasta que dimos con esas escaleras que nos debían llevar hasta nuestros ídolos.
Respiré profundamente antes de mirar mi móvil y ver como mi madre ya me había llamado tres veces y enviado mensajes de "¿¡DÓNDE COÑO ESTÁS?!" porque ella es así de exagerada, qué se le va a hacer. En vez de llamarla, miré la hora, para ver cómo quedaban dos minutos para que hubieran pasado los diez exactos.
Miré a Ángela para ver como su mirada estaba puesta en las escaleras, ahora mucho más segura de lo que íbamos a hacer y sin plantearse que pudieran secuestrarnos, por lo que sin más preámbulos bajamos esas oscuras y no demasiado limpias escaleras, escuchando como sonido de fondo nuestras respiraciones jadeantes por los nervios, hasta que llegamos a una puerta que era de salida de emergencias. Una última mirada para confirmar que estábamos juntas en esto. Un asentimiento de cabeza. Y una puerta siendo abierta por mí lentamente.
Asomé la cabeza para verificar que sí, que era un aparcamiento público, ya que había algunos coches, pero nadie se encontraba allí, y se suponía que Alberto tenía que esperarnos aquí para guiarnos hacia el punto exacto donde estaban los chicos, pero allí no había nadie, y eso hizo que sintiera algo de miedo por si todas las conjeturas de Angy sobre que nos iban a secuestrar iban a ser correctas, pero de momento allí no había nadie, así que decidimos seguir con todo esto, por ver si realmente los chicos iban a salir por ese lugar.
Ni siquiera sabía cómo era Alberto, cuántos años tenía, si era alto o bajo, si rubio o moreno, realmente no sabía a quién tenía que buscar, aunque tampoco había mucha elección, porque allí realmente no había ni un alma.
Miré a mi amiga con una mezcla de preocupación y fastidio, y ella coincidió conmigo en que lo mejor sería que nos fuéramos de allí antes de tentar demasiado a la suerte y acabar en Singapur como ella había predestinado, pero en ese momento algo nos detuvo.
Una furgoneta negra, grande y lujosa, apareció a un par de metros de nosotras, lo cual hizo que nos escondiéramos por acto reflejo, aunque no sabíamos si esconder lejos por si nos venían a secuestrar o escondernos cerca por si teníamos que dar un salto para poder abrazar a nuestros ídolos.
Finalmente nuestro instinto directioner venció a nuestro uso de razón que no paraba de decirnos que nos fuéramos de allí, por lo que con mucho sigilo acabamos a dos coches de distancia, vigilando cualquier movimiento para salir corriendo, bien hacia la salida o bien hacia el coche.
Los minutos pasaban largos y tediosos, y nada ni nadie salía, ni para bien ni para mal. Tan solo estábamos vigilando una furgoneta de la que no había salido ni entrado nadie, pero que se mantenía aparcada como cualquier otra.
Nuestros ánimos empezaban a bajar de nuevo.
Rezábamos porque alguien llegara por esa puerta que estaba frente a la furgoneta, pero nadie salió en ningún momento, y eso hizo que me sintiera furiosa al darme cuenta de que el tal Alberto nos había engañado como a un par de ilusas que es lo que éramos.
Nos levantamos de nuestro escondite, yo con un cabreo que en cualquier momento podría matar a alguien, cuando sentí una mano en mi hombro, haciendo que me relajara al pensar que Ángela quería que no armara un lío para que no nos echaran, pero al ver que mi amiga solo seguía con la vista puesta en el coche y con sus dos manos apoyadas en el capó, sentí pánico al pensar que finalmente íbamos a acabar hechas pedazos en Singapur.
Me di la vuelta lo más rápido que pude, para así encontrarme una sonrisa amable, acompañada de unos pequeños ojos azules.

--Are you okay? (¿Estás bien?)

Me hubiera gustado poder responderle... pero joder, Louis Tomlinson estaba frente a mí, preguntándome y... mierda, tocando mi hombro. Me gustaría creer que yo era la que más se había asustado de todo el lugar, pero al parecer, a mi ídolo no le hizo gracia encontrar a alguien maquillado como un muerto en un parking sucio y oscuro y mirándole sin poder decir palabra. Chilló algo que no comprendí, ya que mi nivel de inglés no era algo sobrehumano, y simplemente pegó un salto hacia atrás, alejándose de mí con cara de espanto, antes de que Paul, el guardaespaldas, le cogiera de un brazo y tirara de él hacia la furgoneta. Él no dejaba de comentar algo a voces al tiempo que miraba hacia nosotras, hasta que finalmente estuvo dentro de la furgoneta.
Hubiera dado lo que fuera para que alguien me hubiera dado un guantazo y me hubiera espabilado, ya que seguido de Louis fueron llegando el resto, pasando frente a nosotras, quienes más que muertos parecíamos estatuas mirándoles sin saber si todo aquello era un sueño, si es que nos habíamos quedado dormidas en el coche de vuelta a casa o si nos habíamos desmayado entre toda la gente de El Hormiguero, pero uno a uno, con su correspondiente perfección, fueron pasando frente a nosotras, expresando distintas emociones.
Harry se nos quedó mirando con esos enormes ojos verdes abiertos de par en par, ralentizando su paso hasta casi detenerse, y por un momento pareció con intenciones de preguntarnos si estábamos bien, pero otro guardia de seguridad aparecido de vete tú a saber dónde le empujó -no agresivamente- para que siguiera caminando.
Liam nos miró algo confuso, no supe si era porque nos encontrábamos allí cuando se supone que nadie lo sabía, o por las pintas que llevábamos, tal vez fuera porque estábamos de pie sin reaccionar y al mismo tiempo llorando como si tuviéramos cataratas en vez de ojos, pero nos dedicó un "Hey!" amable y sonriente, antes de seguir el camino de los otros dos.
El rubio de la banda, Niall, tan solo se echó a reír, y mientras aún seguíamos sin poder creerlo, se acercó con intenciones de un abrazo, pero otro gilipollas de seguridad casi se lo lleva en volandas, por lo que nos quedamos sin abrazo, pero al menos le escuché decir "They're so funny!" (¡Son tan divertidas!) o al menos eso entendí, aunque tampoco puedo jurar que así fuera.
Por último pero no menos importante, el chico por el cual habíamos conseguido verles, ya que si su carta no hubiera aparecido en otra casa, no sabríamos donde buscarles. Zayn no pensó que estábamos muertas, ni que necesitáramos atención médica, no se quedó extrañado ni se echó a reír, él nos dedicó una bonita sonrisa acompañado de un "See you" (Nos vemos) antes de subir a la furgoneta sin necesidad de que uno de los gorilas viniera a por él.
La furgoneta arrancó, salió despacio por delante de nosotras, lo suficiente como para ver a Zayn lanzarnos un guiñó, y luego simplemente se fue, dejándonos a mi amiga y a mí aún de pie, llorando y sin saber cómo reaccionar.
¿Qué era lo que acababa de ocurrir? ¿Les habíamos visto? ¿Realmente les habíamos visto? No podía ser verdad, y si lo había sido... ¡eramos las personas más gilipollas de este universo! ¡Habían pasado a menos de medio metro y no habíamos hecho nada! ¡Ni si quier les habíamos dicho que les queríamos! ¿¡Cómo podíamos ser tan estúpidas?!
Reaccioné ante ese comentario, girándome como una posesa por el lugar por el que se habían ido, pero ya era demasiado tarde, se habían ido, y ni siquiera sabía hace cuanto, porque Angy tampoco había reaccionado, hasta que la cogí de los hombros para que me prestara atención y así hablarle claramente.

--Tía, somos gilipollas-fue lo único que le dije, antes de cogerla del brazo y salir de allí para evitar que a mi madre le diera un brote psicótico por no encontrarnos.

En cuanto salimos a la calle, vi como había miles de personas por todas partes, en su mayoría chicas llorando diciendo "Que les he visto.." entre llantos, otras tantas juraban y perjuraban que habían visto a los chicos a través de los cristales tintados del coche vacío en el que no iba nadie, otra pequeña parte se supone que alardeaba porque los chicos le habían guiñado un ojo o mandado un beso, "solo a ellas" claramente, y sin embargo, ahí estábamos Ángela y yo, caminando de las más tranquilas, aún llorábamos, claro que sí, y dudábamos de cuanto íbamos a aguantar sin desmayarnos, también, pero caminábamos sin ir armando un espectáculo...aunque nuestro maquillaje sí que iba haciendo un espectáculo, ya que no era maquillaje ni era nada, solo una masa borrosa de color blanco y negro mezclándose y haciendo un barrillo increíble en nuestra cara, pero yo por lo menos no iba prestándole atención a eso, sino que iba sumida en mis propios pensamientos, rememorando lo que acababa de ocurrir, aún sin saber realmente si había sido producto de mi imaginación o realmente había ocurrido.
Recordaba sus ojos, sus distintos ojos observarnos, los de Louis, pequeños, azules, pero de un color azul exacto que no se podía encontrar en ninguna paleta de color, porque era simplemente el color de azul "Ojos Louis Tomlinson". Sus ojos no serían lo único que recordaría de él. Sus gritos agudos como los de una niña, chillando asustado como si mi amiga y yo fuéramos a comerle el cerebro, girándose con su pequeña estatura entre los brazos del guardaespaldas para asegurarse de que nosotras no le seguíamos.
De Boo Bear sin duda recordaría esa voz chillona.
Los ojos de Harry eran grandes, más grandes de lo que parecían, aunque la verdad, todo él parecía más grande que lo que las cámaras captaban, preguntándose si estaríamos bien, echándose una mano hacia esos rizos castaños para apartarlos de la cara, al mismo tiempo que sus gruesos y rosados labios formaban una "O" perfecta, mientras sus largas piernas parecían disminuir la velocidad con la que iba para pararse frente a nosotras.
De Harry solo podía decir que era mucho más alto de lo que nunca me había podido imaginar.
En cuanto a Liam, juraría que más que confuso se encontraba asombrado. Tal vez por su cabeza estuvieran pasando preguntas como "¿Estoy soñando?", pero aún así, nos mostró esa sonrisa de niño bueno que hacía que sus pequeños ojos castaños se vieran aún más pequeños, y nos saludó antes de marcharse.
De Liam tan solo diré que esa sonrisa resucitaría a un muerto, porque era la más dulce, bonita y llena de vida que jamás habría imaginado.
En cuanto al escandaloso y rubio de Niall, hablar de sus ojos sería estúpido, pues a la vista estaba que eran preciosos y azules, aunque en el fondo de estos pude divisar algo que me hizo sentirme dolida por algún motivo, mientras se reía como si no hubiera mañana y se iba saltando como el pequeño leprechaun que es, chillando que éramos divertidas por estar ahí al borde de un ataque al corazón.
Acerca de él, solo asegurar que su risa era ruidosa, tanto como lo era él, al mismo tiempo que divertida.
Por último, hablar del moreno del grupo. Sí, sus ojos eran de un extraño color difícil de definir. Sí, también eran muy expresivos. Su estatura era menor de la que aparentaba frente a las cámaras. Su sonrisa también era fulminante. Y su paz y tranquilidad aunque nos viera allí de sopetón con aquellas pintas, era digna de admirar.
Pero de él y su recuerdo, siempre me quedaría con ese "Nos vemos" que siempre esperé a que se repitiera una segunda, tercera, cuarta y millonésima vez si eso era posible.





1 comentario: